El enemigo común

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El Marruecos con el que sueña la dinastía alauita

Por Rabah Toubal

A pesar de las numerosas vulnerabilidades que padece el reino marroquí en varios ámbitos, ocupa militarmente el Sáhara Occidental desde 1974. Es, con diferencia, el mayor productor de hachís del mundo. Practica un odioso chantaje de emigración ilegal con sus vecinos de la UE y Argelia para obtener concesiones económicas y financieras o desestabilizarlos. Su economía depende en gran medida del turismo, especialmente del turismo sexual, y de la inversión extranjera. Su población es mayoritariamente pobre y analfabeta. Todo esto son bombas de relojería en un reino arcaico en crisis.
Los dirigentes de este país vecino persisten en llevar a cabo una política exterior agresiva, incluso abiertamente hostil y belicosa, basada esencialmente en un expansionismo que se remonta a siglos atrás y en una sumisión a Occidente, que explota sus recursos humanos y naturales, sin escrúpulos, a cambio de una protección del trono contra todo intento de desestabilización militar, política o social.
Esta política suicida ha llevado a los vecinos de Marruecos del norte (España), del sur (Mauritania y el ex Sáhara Occidental español) y del este (Argelia) a declararlo el « primer peligro y amenaza » para sus países, algunos de cuyos territorios Marruecos ha atacado militarmente en el pasado.
Ya sea por voluntad propia o a instancias de sus aliados (Israel y Francia, en particular), Marruecos, que desde hace tiempo se aprovecha de las debilidades estructurales y de la complacencia de la diplomacia del presidente argelino depuesto el 1 de abril de 2019 para imponer sus puntos de vista sobre varias cuestiones, en detrimento de los intereses estratégicos de nuestro país, ha llevado a cabo, durante las dos últimas décadas, una ofensiva diplomática rayana en la agresión militar, dirigida en particular a la seguridad, la cohesión y la unidad nacional de Argelia.
Al perseverar en sus provocaciones y peligrosas amenazas, los dirigentes marroquíes, que actualmente se enfrentan a dificultades inextricables en el plano político, social y económico, han empujado a sus homólogos argelinos a romper, el 24 de agosto de 2021, las relaciones diplomáticas de su país con un reino que, según los especialistas, puede sufrir, a medio plazo, profundas convulsiones debido, en particular, a la grave enfermedad del soberano marroquí.
El ultimátum dado por este último, a finales de julio de 2021, con motivo del Día del Trono, al Presidente Tebboune para que abra la frontera terrestre entre los dos países e inicie urgentemente las negociaciones sobre los problemas existentes entre ellos, Esto ha tenido el efecto contrario para un Marruecos arrogante y cada vez más amenazante hacia los países que no comparten, como Alemania, por ejemplo, sus tesis y posiciones sobre el problema del Sáhara Occidental, gestionado por la ONU y la Unión Africana como el último territorio por descolonizar en África.
En cualquier caso, cada uno de sus vecinos sigue de cerca la evolución diplomática, militar, política, económica y social de Marruecos.
Además, debería crearse un centro de coordinación permanente entre los países que podrían verse amenazados por la política belicista de Marruecos para hacer frente colectivamente a cualquier iniciativa aventurera de esta monarquía absoluta.

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