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  • The Guardian denuncia los crímenes de España en Melilla

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    La masacre de Melilla: cómo un enclave español en África se convirtió en un foco mortal. Al menos 37 personas murieron en junio de 2022 en la frontera entre Marruecos y España, mientras que decenas más resultaron heridas. A pesar de la brutalidad y el caos, los funcionarios elogiaron las acciones de los agentes fronterizos.

    por Matthew Bremner

    El 24 de junio de 2022, unas 1.700 personas, la mayoría de ellas solicitantes de asilo procedentes de Sudán y Sudán del Sur, desfilaron por las laderas boscosas del monte Gurugu, en el noreste de Marruecos . Se dirigían al enclave de Melilla, una ciudad española de unos 85.000 habitantes, situada en la costa de África continental.

    Al principio los inmigrantes no encontraron resistencia. Eso fue extraño. En los meses previos a ese día, la policía marroquí había realizado repetidas redadas en asentamientos en la montaña, donde se habían refugiado miles de personas. Las autoridades también impidieron a los comerciantes locales vender comida a los inmigrantes y impidieron a los taxistas transportarlos al consulado español en la cercana ciudad de Nador.

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    A mediados de junio, los inmigrantes se sentían atrapados. No podían quedarse donde estaban por miedo a ser arrestados y se les impedía utilizar los canales oficiales para solicitar asilo. A su modo de ver, no tenían más remedio que intentar cruzar la frontera ilegalmente.

    Imágenes de vídeo filmadas por lugareños, así como por autoridades marroquíes y españolas, muestran que los inmigrantes llegaron a la frontera entre Marruecos y Melilla alrededor de las 8 de la mañana del 24 de junio. Se dirigieron a un cruce fronterizo abandonado llamado Barrio Chino, que había estado cerrado desde la pandemia, y comenzaron a escalar el muro que lo rodea. Cientos de personas treparon la valla de alambre situada en lo alto del muro y se amontonaron en un patio de detención en el lado marroquí del puesto de control. A un lado del recinto se alzaba una puerta cerrada. Más allá de la puerta: España.

    A medida que más y más inmigrantes entraban en el recinto, la policía marroquí formó un perímetro alrededor del puesto fronterizo. Lanzaron piedras y dispararon balas de goma contra los inmigrantes y, según la organización de investigación Lighthouse Reports, lanzaron al menos 20 botes de gas al patio. Usando una sierra eléctrica, algunos de los inmigrantes lograron abrir la puerta cerrada. Luchando por ver y respirar debido a los gases lacrimógenos, la gente corrió hacia el lado español del puesto de control, lo que provocó una estampida. Mientras algunos inmigrantes tropezaban y caían, la multitud presionaba implacablemente hacia la puerta a través de los gases lacrimógenos. Los que habían caído fueron pisoteados.



    Basir, un sudanés de 24 años, lo vio todo. Había estado acampado en el Monte Gurugu durante varios meses. Esa mañana, él era uno de los pocos que escalaron el muro fronterizo marroquí, atravesaron la puerta y cruzaron la valla fronteriza de 5,5 metros, cruzando hacia territorio español. Había acabado en una carretera principal rodeada de olivos, cactus y hierba descuidada. Podía ver el horizonte de Melilla: rascacielos de apartamentos, agujas de iglesias, el puerto en expansión.

    Tuvo poco tiempo para contemplar la vista. Basir había dado apenas unos pasos hacia territorio español cuando fue capturado por un miembro de la Guardia Civil española, que lo obligó a regresar a Marruecos a través del puesto de control. Mientras lo maltrataban, Basir vio a los inmigrantes colgados de la valla fronteriza española como ropa mojada en un tendedero. Otros todavía estaban hacinados en el patio, con la cara pegada a los hombros prominentes, los brazos pegados a los costados y el pecho sin aire. Muchos gemían y algunos habían dejado de respirar.

    Después de que arrastraron a Basir de regreso a través de la frontera, le ataron las muñecas con esposas de plástico y lo obligaron a tumbarse en la carretera debajo del muro fronterizo. Allí, durante unas ocho horas, con temperaturas que alcanzaban los 27 °C (81 °F) a la sombra, él y cientos de otros migrantes fueron arrojados como bolsas de basura. Estaban custodiados por policías marroquíes con equipo antidisturbios. Las imágenes muestran a la policía golpeando a los inmigrantes con porras mientras yacían en el suelo. Basir estaba desesperado por agua (sentía la boca arenosa y agrietada), pero no se atrevía a moverse. La gente que lo rodeaba yacía inmóvil: pensó que tal vez se hacían pasar por muertos para escapar de las brutales palizas que les propinaban los agentes de policía marroquíes.

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    Algunos inmigrantes sufrieron conmociones cerebrales y huesos rotos y muchos necesitaron tratamiento hospitalario, pero las pocas ambulancias que aparecieron en el lugar se utilizaron para transportar cadáveres a la morgue o atender a policías heridos. Los autobuses llegaron en gran número. Los inmigrantes fueron subidos a bordo y conducidos a ciudades remotas de todo Marruecos.

    Basir –un seudónimo dado para su protección– me contó los desgarradores acontecimientos nueve meses después, en una pequeña habitación de hotel en la capital de Marruecos, Rabat. A pesar del frío del aire acondicionado, estaba sudando. « Supongo que ya no éramos humanos, éramos simplemente como animales », murmuró, secándose la frente.

    Las cifras oficiales de ese día indican que de los aproximadamente 1.700 migrantes que intentaron cruzar la frontera, 133 pudieron solicitar asilo; 470 personas, como Basir, entraron en territorio español, pero fueron devueltas a Marruecos. Al menos 37 personas murieron y 77 personas siguen desaparecidas. El suceso rápidamente pasó a ser conocido como “la masacre de Melilla”.

    España se apresuró a restar importancia a las noticias de que la tragedia había ocurrido en su territorio. En cambio, el primer ministro español, Pedro Sánchez, felicitó a las fuerzas españolas y marroquíes por su trabajo ese día, declarando que el intento de cruzar el 24 de junio fue un “asalto violento en suelo español”. (Más tarde admitió que había hecho esa declaración antes de ver las imágenes de ese día). Marruecos procesó a 65 inmigrantes por su papel en el cruce. Treinta y tres de ellos ya han sido condenados a 11 meses de prisión por daños a la propiedad y ataques a funcionarios marroquíes, mientras que los 32 inmigrantes restantes están acusados ​​de trata de personas. La policía marroquí también fue acusada de intentar encubrir su uso excesivo de la fuerza. La Asociación Marroquí de Derechos Humanosinformó que dos días después de la tragedia, se había visto a funcionarios fronterizos marroquíes cerca en un cementerio, cavando unas 20 tumbas.

    A principios de este año volé de Madrid a Melilla, para ver cómo el territorio había procesado la tragedia del año pasado. Desde la ventanilla del avión, los 12 kilómetros cuadrados del territorio, aproximadamente el doble del tamaño de Gibraltar, parecían una mancha anómala cosida al continente africano por la valla fronteriza. Mientras el avión descendía, mi teléfono empezó a sonar y me cobró tarifas de roaming como si hubiera salido de la UE. Una vez fuera del pequeño aeropuerto, entré al seco calor primaveral y me subí a un taxi que me esperaba, un maltratado Mercedes plateado de los años 80 cubierto de polvo.

    En menos de 10 minutos estaba en el centro de la ciudad, un espejismo de relucientes calles de mármol, paseos, palmeras, setos de topiario y edificios modernistas ornamentales del arquitecto catalán Enric Nieto que no estaría fuera de lugar en Barcelona. El fuerte de la ciudad del siglo XV se aferraba a los escarpados acantilados de la costa como un molusco. El Mediterráneo turquesa, salpicado de ferries y cargueros, se extendía hasta el horizonte.

    Para los españoles de la península, Melilla puede resultar familiar o no. El acento local es una mezcla del norte de África y de Andalucía. Los nombres musulmanes se cruzan con diminutivos españoles, dando lugar a apodos como Kemalito. Aunque el español es el idioma oficial y más hablado, el árabe y el idioma bereber, el tamazight, son comunes. El té de menta es tan popular como la cerveza, el cordero es tan común como el cerdo y los minaretes marcan el horizonte, junto con las agujas de las iglesias y alguna que otra sinagoga. (Casi la mitad de la población de Melilla es católica, la misma proporción es musulmana; la comunidad judía de la ciudad cuenta con alrededor de 1.000, mientras que hay hasta 100 hindúes, cuyas raíces en la ciudad se remontan a 1890). Las procesiones de Semana Santa tienen lugar en calles adornadas con exhibiciones de luces de Ramadán.

    A pesar de la influencia marroquí en la cultura melillense, los residentes de la ciudad se consideran españoles. Dunia Al-Mansourim Umpierrez, vicepresidenta de la asamblea de Melilla, me dijo que los lugareños con nombres musulmanes se sentían heridos cuando los españoles del continente los confundían con marroquíes; les molestaba la idea de que sus vidas en Melilla como musulmanes españoles requirieran explicación. La gente ha luchado ferozmente por ese derecho, afirmó.

    Antes de que España se uniera a la UE en 1986, introdujo nuevas leyes sobre cómo obtener la nacionalidad española y el derecho a vivir y trabajar allí. La legislación favorecía a grupos específicos vinculados a la historia y la cultura de España, como los latinoamericanos, pero excluía a los marroquíes y a los saharauis occidentales, que también eran de antiguas colonias españolas. En consecuencia, cerca de 14.000 musulmanes residentes en Melilla fueron considerados repentinamente extranjeros, a pesar de haber nacido o residir en territorio español. Esto provocó protestas y llamados a una huelga por parte de los trabajadores musulmanes. La prensa local publicó fotografías de policías apuntando con armas a un grupo de mujeres musulmanas que protestaban en la plaza principal de la ciudad . Finalmente, a los residentes de larga duración se les concedieron tarjetas de residencia permanente y la nacionalidad española.

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    A partir de ese momento, la ciudad empezó a abrazar su composición multicultural. Melilla se convirtió en la ciudad de las “cuatro culturas”, compuesta por musulmanes, cristianos, judíos e hindúes que allí vivían. El logotipo del Patronato de Turismo de Melilla estaba formado antiguamente por cuatro letras correspondientes a cuatro alfabetos: latín, árabe, hebreo y sánscrito. Tania Costa, una periodista local, compartió conmigo una anécdota que resume la naturaleza híbrida de Melilla: en un skatepark local, había observado a una joven que llevaba un hijab cruzarse antes de lanzarse a un halfpipe.

    Hoy en día, sin embargo, Melilla está menos definida por su multiculturalismo que por su estatus como una pequeña porción de la Unión Europea en África. (Hay otro territorio español en la costa de Marruecos, Ceuta , que sobresale del punto más septentrional de Marruecos, al otro lado del mar desde Gibraltar. Ceuta también ha sido escenario de dramáticos cruces fronterizos por parte de inmigrantes). Melilla es una estación fronteriza, un medio para entrar en Europa sin cruzar el Mediterráneo. En los últimos años, sin embargo, ambos enclaves se han convertido en puestos de avanzada de la “ Europa Fortaleza ” –término utilizado por los críticos de las duras políticas de inmigración de la UE– cuya función principal parece ser mantener a la gente fuera.

    El carácter fronterizo de Melilla es inconfundible para cualquier visitante. Tiene la mayor proporción de empleados públicos de cualquier parte de España: casi el 50% , según datos de la Oficina de Estadísticas Nacionales. En cada calle parecen aparcar coches de policía y 4×4 de la Guardia Civil. Hay unos 1.200 agentes fronterizos y policías. Luego están los militares. Melilla tiene unos 3.000 soldados apostados en el enclave, tanto del ejército como de la Legión Española. Mi vuelo de regreso estaba lleno de personal militar que regresaba de su permiso, con sus enormes mochilas caqui, sus cortes de pelo y sus músculos abultados.

    El asunto de la migración está entretejido en el tejido de la vida cotidiana. La Cruz Roja tiene oficinas aquí, al igual que la agencia de las Naciones Unidas para los refugiados (ACNUR) y una gran cantidad de pequeñas ONG. Conocí a un abogado, Pepe Alonso, quien me dijo que la inmigración ha sido un problema en Melilla durante años, mucho antes de que la prensa internacional se interesara. A finales de los 90 y principios de los 2000, solía conducir hasta la frontera y aparcar allí su coche por la noche, esperando cruzar. “En aquel entonces trabajaba muchas horas cuando preparaba casos judiciales y a menudo conducía hasta aquí a las tres o cuatro de la mañana para ver si había habido un cruce ese día”, dijo. Esperaba en la oscuridad e intentaba ayudar a los inmigrantes que pasaban, llevándolos a la comisaría para procesar sus solicitudes. Eso fue antes de que se construyera un centro de recepción para inmigrantes en las afueras de la ciudad.

    En mi segunda tarde en Melilla, conduje hasta el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (Ceti), una residencia para inmigrantes recién llegados a unas dos millas del centro de la ciudad. Me acompañó Jesús Blasco de Avellaneda, periodista y fotógrafo local que lleva años informando sobre migración y la frontera de Melilla. Ceti vuelve a tener una prisión para jóvenes delincuentes y un exuberante campo de golf de nueve hoyos. Aquí era donde Basir esperaba procesar su solicitud de asilo.

    El centro tiene capacidad para 480 personas, pero cuando lo visité, solo se alojaban allí tres inmigrantes. Durante mucho tiempo, España intentó mantener a los inmigrantes en Melilla mientras se tramitaban sus solicitudes. Los solicitantes de asilo recibieron documentos de identidad temporales con la inscripción “Válido sólo en Melilla”. Estas tarjetas les prohibían trabajar o viajar a la España peninsular. El Ceti estaba a menudo superpoblado. En 2015, ACNUR afirmó que no cumplía con los estándares internacionales: “Este no es un lugar donde la gente deba estar más de tres o cuatro días”, dijo entonces el representante español del alto comisionado de la organización.

    En 2020, cuando el Tribunal Supremo de Madrid dictaminó que los inmigrantes en Melilla podían viajar libremente por España con solo un pasaporte y una solicitud de asilo, la mayoría optó por irse. Desde entonces, el Ceti ha estado menos ocupado, excepto durante el estado de emergencia por el Covid-19 en España. En general, son menos los inmigrantes que permanecen en Melilla durante largos periodos. Mientras tanto, los residentes permanentes de Melilla han hecho todo lo posible para olvidarse por completo del problema migratorio.

    Blasco ve la ubicación de Ceti en las afueras de la ciudad como una metáfora de la psique de Melilla. “Está completamente alejado de la vida de la ciudad. Si bien la frontera está físicamente cerca, psicológicamente está lejos para muchos lugareños”, dijo. En el lado español del muro fronterizo, entre oficinas de ONG, comisarías de policía y bases militares, existe un mundo paralelo donde las empresas locales, los profesores y los funcionarios de los ayuntamientos viven como residentes de cualquier ciudad española continental. En los cafés o bares la gente quería hablar de todo menos sobre migración. “Lo único que la prensa informa es sobre el muro, el muro, el muro, nada más”, me dijo un residente, cansado. No se podía esperar que los melillenses comunes y corrientes soportaran el peso del sufrimiento masivo todos los días, parecía insinuar. Tenían sus propias vidas normales y ellos, no menos que los europeos continentales.

    MElilla es española desde hace más de 500 años, desde que España arrebató la ciudad a los bereberes en 1497. En el siglo XIX, sus fronteras se formalizaron en tratados entre la Reina de España y el Sultán de Marruecos. España ahora designa a Melilla, junto con Ceuta, una “ciudad autónoma”. Pero desde que Marruecos se independizó de Francia en 1956, ha disputado el reclamo de España sobre ambas ciudades.

    En los años posteriores a la independencia de Marruecos, se estableció un pacto entre los dos territorios que permitía el movimiento sin restricciones a través de la frontera para los habitantes de Melilla y los marroquíes de la vecina provincia de Nador. Muchos de estos marroquíes encontraron empleo en Melilla, a menudo en la construcción o en el comercio transfronterizo, y viajaban de ida y vuelta a diario.

    En 1986, España se unió a la UE y más tarde, en 1991, al Espacio Schengen, que permite viajar sin pasaporte entre países europeos. A partir de entonces, España se vio presionada por Bruselas para reducir el flujo de inmigrantes que entraban al país desde fuera de la UE, especialmente después de un aumento de la migración a Melilla desde Argelia y el África subsahariana en 1995. La respuesta de España fue comenzar la construcción, en 1996, de una valla doble de tela metálica de tres metros de altura, que abarca siete millas de la frontera. “Puede que el Muro de Berlín sea sólo un recuerdo”, escribió el New Straits Times, un periódico internacional publicado en Malasia, en agosto de 1998, “pero España está construyendo enormes vallas para protegerse a sí misma y al sur de Europa de una avalancha de inmigrantes africanos”. La valla estaba operativa a finales de ese año.

    Sin embargo, la implacable geografía de Melilla, con sus colinas y acantilados escarpados, frustró cualquier intento de erigir la valla en la frontera real con Marruecos. El resultado fue una mera aproximación de la frontera, lo que significó que algunos residentes de Melilla se encontraron de repente en el lado equivocado del muro, excluidos de su propio país. Pocas historias resumen mejor la extrañeza de Melilla que la de Miguel Ángel Hernández. Su casa familiar, Villa Los Abuelos, solía estar situada en Melilla, pero cuando se terminó la nueva valla a finales de los años 90, descubrió que su casa ahora estaba en Marruecos.

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    A principios de los años 2000 se mudó a una casa en el centro de Melilla, donde aún vive. Cuando lo visité, Hernández –un hombre larguirucho de unos 70 años, con cabello gris revuelto y una larga barba– me mostró montones de documentos legales y recortes de prensa que documentaban el curioso caso de Villa Los Abuelos. “Recuerdo el día que vino a visitarme el jefe de la policía local”, me dijo Hernández. “Él dijo: ‘Bienvenidos a Marruecos; estamos a su servicio’”.

    A Hernández le ofrecieron un pasillo de un metro de ancho entre su casa y la frontera, lo que le permitiría entrar en España por el cruce más cercano, a 50 metros de distancia. Cada vez que quería entrar a su propia casa tenía que dar explicaciones a un guardia y mostrar su identificación.

    La evolución física de la valla fronteriza cuenta su propia historia. A medida que aumentó el número de inmigrantes que intentaban llegar de África a Europa, también aumentó el tamaño y la sofisticación de la valla. En 2005, la altura de la valla se aumentó a seis metros. En 2014 se instaló una malla antiescalada y se ampliaron tramos de la valla con alambre de púas. En 2020, en un gesto aparentemente humanitario, el gobierno de Pedro Sánchez anunció la retirada del alambre de púas. También aumentaron la altura de la valla fronteriza a nueve metros en algunas zonas. Ese mismo año, al inicio de la pandemia de la Covid-19, se dejó sin efecto el derecho de los marroquíes de la provincia de Nador a cruzar libremente a Melilla . Aún no se ha restablecido y ahora todos los marroquíes necesitan un visado para entrar.

    En mi tercer día en Melilla, visité el paso fronterizo de Barrio Chino con Javier García, un periodista local que había presenciado los acontecimientos del 24 de junio. García había llegado allí poco antes de las 10 de la mañana, después de escuchar informes de sus colegas sobre un cruce masivo. Mientras se acercaba a la estación fronteriza, vio a cientos de inmigrantes –los que habían llegado a España– atrapados en una pequeña vía de servicio junto a la valla, custodiados por miembros de la Guardia Civil y la policía nacional.

    García me dijo que junto a los inmigrantes había grupos de mujeres locales « limpiando los escombros del cruce: botes de gas lacrimógeno, balas de goma, piedras y ropa de los inmigrantes ». También había visto a la policía marroquí. « Junto con la Guardia Civil, capturaban y devolvían inmigrantes a Marruecos », dijo. Y una vez de regreso a Marruecos, como muestran los vídeos y testimonios de ese día, los migrantes fueron acorralados y enviados lo más lejos posible de la frontera.

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    La UE dio a Marruecos 346 millones de euros entre 2014 y 2020, y se pagarán hasta 500 millones de euros más hasta 2027 , todo en nombre de la regulación de los flujos migratorios. Tiene acuerdos similares con otros países del norte de África. Una vez que un migrante logra cruzar una frontera nacional, la carga del cuidado se desplaza de un estado a otro. La lógica de la UE es simple: mientras los inmigrantes sigan en África, no son responsabilidad moral o práctica de España y la UE.

    Estas políticas tienen desagradables repercusiones, como Basir sabe muy bien. Su angustioso viaje a Melilla comenzó en Sudán a la edad de 15 años, después de presenciar el asesinato de su padre y su hermano mayor en un conflicto tribal. Escapó de su aldea para vivir con su tío en el estado de Sennar, pero allí enfrentó presiones para convertirse del cristianismo al Islam. Soportó cinco años de agitación antes de ahorrar suficiente dinero para partir hacia Europa. Viajó por Egipto, Libia, Argelia y Marruecos. Las autoridades argelinas lo detuvieron cuatro veces y lo dieron por muerto en el desierto. Sintió que lo habían tratado con indiferencia en cada una de las oficinas del ACNUR que visitó durante su viaje.

    Después de la tragedia del 24 de junio, Basir fue trasladado en autobús a ocho horas y media de distancia hasta la ciudad de Beni Mellal, en el centro de Marruecos, junto con otros inmigrantes sudaneses, donde, según afirma, los trabajadores del hospital le negaron tratamiento médico y abusaron verbalmente de él. Finalmente logró llegar desde el centro de Marruecos hasta la costa occidental, donde se trasladó de ciudad en ciudad, dependiendo de la amabilidad de extraños para sus necesidades diarias. A diferencia de muchos de sus compañeros inmigrantes, que dicen que correrían el riesgo de volver a escalar la valla fronteriza, Basir quería intentar el camino legal. Se puso en contacto con ONG locales, que le pusieron en contacto con un equipo de abogados con sede en Madrid, que podrían ayudarle con su solicitud de asilo en la embajada de España en Rabat.

    Cuando hablamos, Basir llevaba meses esperando sin una resolución. Pasó por un infierno y llegó a tierras españolas pensando que eso sería suficiente. Pero ahora está en el limbo, siempre en movimiento por si las autoridades intentan arrestarlo, reviviendo constantemente el momento en que vio morir a sus compatriotas bajo el sol de la tarde. Me dijo que después de todo lo que ha pasado, sólo quiere dejar de esconderse y vivir una vida normal. Expresó este deseo en una carta al presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez: “A pesar de todo, quiero tener esperanza”.

    Durante mi estancia en Melilla, me encontré con varios guardias fronterizos: disfrutando de comidas en restaurantes locales, recogiendo a sus hijos de la escuela, intercambiando bromas afuera de la mezquita central de Melilla antes de las oraciones de la tarde. Algunos eran melillenses locales, mientras que otros venían en rotación desde la península española.

    Una tarde, en un café cerca del centro de la ciudad, me encontré con un agente de la Guardia Civil que había experimentado directamente el caos de los cruces masivos. Estaba dispuesto a hablar sobre lo sucedido el 24 de junio de 2022, pero deseaba permanecer en el anonimato. Mientras hablábamos, bebía té de menta en un vaso alto. Parecía nervioso. “Es abrumador”, me dijo. “En el calor del momento, no se oye nada. Es un caos y todo lo que puedes hacer es reaccionar ante la situación que se desarrolla frente a ti”.

    Residente desde hace mucho tiempo en Melilla, el agente contó cómo habían evolucionado los cruces en los últimos tiempos. “Hace veinte años, siempre estaban de noche, en pequeños grupos”, dijo. “Pero ahora es diferente. Vienen en oleadas masivas, armados con armas y un plan de ataque. La violencia, ese es el mayor cambio”. (El 24 de junio, la multitud estaba armada con palos y al menos una herramienta eléctrica).

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    En marzo de 2022 se habían producido dos cruces fronterizos masivos en los que aproximadamente 3.500 migrantes intentaron cruzar a Melilla, de los cuales alrededor de 800 llegaron a territorio español. El agente y otros agentes, junto con varios migrantes, habían resultado heridos en el cruce. “Un migrante se cayó de la valla y me aplastó la pierna”, me dijo. El agente entendió que no era viable tener miles de agentes en Melilla para “sólo tres cruces fronterizos masivos al año”. Pero los guardias fronterizos sintieron que el gobierno los había abandonado para enfrentar esta nueva realidad. « Es necesario que haya un protocolo claro para todas las agencias de seguridad españolas que nos proteja legalmente », dijo.

    El gobierno español afirma respetar los derechos básicos de los extranjeros que entran ilegalmente al país. Pero la legislación especial promulgada en Ceuta y Melilla permite a los agentes fronterizos españoles expulsar a refugiados y migrantes sin el debido proceso y sin considerar los riesgos que pueden enfrentar a su regreso. Esto va en contra del derecho internacional; específicamente, viola el principio de no devolución, que prohíbe devolver a personas a jurisdicciones donde puedan enfrentar persecución o violaciones de derechos humanos. Según el Defensor del Pueblo español, oficina encargada de proteger los derechos y libertades de los ciudadanos, el 24 de junio de 2022, las autoridades españolas devolvieron ilegalmente a 470 inmigrantes a territorio marroquí.

    Representantes de la Guardia Civil y de la policía nacional me dijeron que sus acciones del 24 de junio fueron “irreprochables”. Señalaron la investigación de la fiscalía estatal, publicada en diciembre de 2022, que señaló que “la actuación de los agentes intervinientes no incrementó el riesgo para la vida e integridad física de los migrantes, por lo que no pueden ser imputados por el delito de homicidio involuntario”. El fiscal afirmó que los agentes desconocían la estampida, “por lo que en ningún momento imaginaron la posibilidad de que hubiera personas en situación de riesgo que requirieran su asistencia”.

    A raíz del fatal aplastamiento, el Ministro del Interior español afirmó que el puesto fronterizo cerrado era “tierra de nadie”, más allá de la jurisdicción de España. Sin embargo, el registro de la propiedad español muestra que 13.097 metros cuadrados del Barrio Chino, incluida la explanada en el paso fronterizo y la valla en la que murieron algunos inmigrantes, pertenecen al dominio español y son propiedad del Estado. Sin embargo, las autoridades españolas siguen afirmando que ningún migrante ha muerto en su territorio. En otras palabras, no era problema de España –ni de la UE–.

    En mi último día en Melilla, me encontraba en una colina en el extremo occidental del enclave, sobre el Ceti, sobre un minarete que se elevaba en el barrio marroquí de Farhana y sobre el campo de golf de nueve hoyos. La llamada a la oración de la mañana resonó desde Marruecos y serpenteó por las aterciopeladas calles verdes y entre el susurro de las palmeras. La vista me recordó una fotografía famosa.tomada cerca de aquí en 2014. En la foto, dos personas juegan golf, mientras que a solo unos metros de distancia, una docena de inmigrantes están a horcajadas sobre la valla fronteriza, seguidos por un guardia fronterizo. Se puede ver a una golfista mirando de reojo a los inmigrantes mientras su compañero de juego se concentra en su juego. La fotografía capturó la esencia de Melilla: un lugar encaramado en la cúspide de dos realidades discordantes, que intenta bloquear su inquietante papel, manteniendo al resto del mundo fuera de Europa.

    The Guardian, 29/08/2023

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  • El diario que escribió Maruán de la tragedia de Melilla

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    Este sudanés relata en siete folios escritos a bolígrafo su experiencia donde vio la muerte a pocos metros

    Maruán Yacub saca del bolsillo siete folios escritos en árabe por una cara, doblados en acordeón. Es su « diario ». En él, este sudanés relata su experiencia en la tragedia de Melilla, donde vio la muerte a pocos metros. Lo hace en seis capítulos: desde « El comienzo », hasta « La masacre ».

    Escrito a bolígrafo, a veces negro a veces azul, nos lo enseña en un café del barrio pobre de Rabat donde malvive este joven de 29 años, uno de los veteranos en el intento de salto más mortal ocurrido en la valla que separa Marruecos de la ciudad española, con al menos 23 emigrantes fallecidos.

    Maruán quiere publicar su diario. Es su manera de contribuir a dar a conocer lo que viven las personas migrantes que, como él, recorren miles de kilómetros huyendo de la guerra y la pobreza en busca del sueño europeo.

    Éste de siete páginas es solo de los cinco días desde que salió de Rabat hasta la tragedia de Melilla, una pequeña parte del camino. « Os puedo escribir tres más sobre Egipto, Libia y Argelia », se ofrece.

    Licenciado en Filosofía en Jartum, Maruán huyó de su país en julio de 2019 tras recibir una bala en una manifestación de protesta contra el expresidente Omar Hasán Ahmad al Bashir. Le rozó el hombro y, de la impresión, se desmayó. « Fue el día más largo de mi vida », dice enseñando la pequeña cicatriz.

    Desde allí, con lo poco que tenía y el dinero que le prestan amigos que trabajan en el extranjero, llegó a Egipto, donde vivió hasta hace cinco meses cerca de El Cairo. Entonces decidió ir a Marruecos para cruzar a España.

    « El comienzo del viaje »

    El primer capítulo de su diario narra su salida de Rabat, donde vive -antes en la calle y ahora en una pequeña habitación compartida con unos compatriotas-, y su viaje hasta Seluán, una localidad industrial de la provincia de Nador.

    « Salí de Rabat con tres personas el 19 de junio. Pensaba que íbamos a ser los únicos negros en el tren, pero había otros 150 viajando a Nador », escribe.

    « La bajada del tren »

    El segundo explica su llegada a Nador, la localidad marroquí fronteriza con Melilla en cuyos bosques y montañas se esconden los emigrantes esperando a pasar a la ciudad española.

    « Bajaron todos del tren y se pusieron a correr. No se a dónde corrían. Nos dividimos entonces en pequeños grupos para que no nos detuvieran. Después de mirar el móvil, descubrí que estábamos corriendo en sentido equivocado. Les avisé que teníamos que volver a la estación para irnos hacia la montaña ».

    « Perdidos en la montaña »

    Maruán describe entonces tres montañas de Nador, bautizadas por los emigrantes con diferentes nombres, y cómo las recorrió en busca de otros subsaharianos para juntarse con ellos e intentar cruzar a Melilla.

    « Buscamos en tres montañas: la montaña quemada, la montaña ‘Morocco’ y la montaña Kosovo. La montaña quemada mira hacia Nador, Bini Enzar (donde está el paso fronterizo) y Melilla. El monte ‘Morocco’ se asoma sobre Nador y desde allí el paisaje es espectacular. La montaña Kosovo es donde suelen vivir los africanos ». Por esta última empezó su búsqueda.

    « Fuimos juntándonos con los que nos íbamos encontrando. Ya éramos once personas. Un señor que sacaba agua de un pozo nos dijo que la policía había intervenido el día anterior contra los emigrantes. Nos sorprendieron sus palabras, pensábamos que arriba nos encontraríamos con el grupo. Aún así, subimos y al llegar al pico no había nadie. Eran las diez de la noche (del día 20). Dormimos y luego nos fuimos al ‘Morocco’, donde nos encontramos con dos personas más, ya éramos trece. Perdí mi mochila ».

    « Desgaste »
    Llama al cuarto capítulo « desgaste », en un intento de transmitir lo difícil que fue encontrar a los demás en las montañas. En él narra su camino del ‘Morocco’ hasta la tercera montaña: « Fuimos a la montaña quemada. Escuché pasos de tres personas perdidas más, buscaban también al grupo principal. Eran chadianos. Eran las siete de la tarde (del día 22) y encontramos a otro grupo perdido desde hacía cinco días.

    « La caravana »

    El día anterior al cruce masivo, el jueves 23, Maruán encontró al grupo en la montaña quemada: « Me sorprendió mucho la cantidad de personas que había. Algunos estaban sentados, otros de pie, comiendo, fumando y riéndose. Estaban seguros de que el viernes llegarían a Melilla », escribe.

    « Escuché que había habido enfrentamientos con las fuerzas de seguridad. Hice mis cálculos y llegué a la conclusión de que el porcentaje de éxito de entrar a Melilla era del 1 %. Uno se levantó y entendí que era el momento de la partida de la caravana ».

    « La masacre »

    « Al amanecer, nos movimos del pico de la montaña hacia Melilla. Había mucha gente. Me recordaba a las caravanas de Omdurmán durante la revolución », escribe Maruán en referencia a las manifestaciones contra el expresidente en esa ciudad pegada a Jartum.

    « Fuimos a Beni Enzar y las fuerzas de seguridad estaban esperándonos. Pudimos llegar hasta el paso y entrar. Abrieron las puertas, pero yo pensaba que tanta gente no podía pasar », dice en referencia al recinto donde se acumularon los emigrantes y algunos murieron aplastados.

    En su diario, Maruán califica a los cuerpos acumulados como « escombros ». « Yo estaba dentro con los escombros de personas », escribe. « Algunos murieron por asfixia, otros no hubieran muerto si hubieran traído ambulancias en lugar de darles golpes salvajes ».

    « En medio de los escombros, vi a personas muriéndose », sigue relatando Maruán en los últimos folios.

    Cuando le preguntamos por ese momento, sentado en el café, explica que él consiguió salir de entre los cuerpos y mantener el tronco fuera, sin pisar suelo, y entonces vio a una persona a un metro y medio de él girada al grupo pidiendo que volvieran atrás.

    « Yo repetí sus palabras a la gente de detrás, pero todavía presionaban más hacia adelante. Entonces le cambió la cara, le salió sangre por la nariz y sus ojos se volvieron blancos », relata entre cigarrillo y cigarrillo.

    A él, aficionado a las series, lo que pasó en la tragedia de Melilla le recuerda al episodio « La batalla de los bastardos » de « Juego de tronos ».

    Y continúa describiendo de palabra cómo un zapato que se había puesto en la cabeza, atado con un pañuelo, le protegió. « Un policía me daba golpes como cuando quieres romper una madera. Cuando vio que le había dado al zapato, me golpeó en el otro lado ».

    Luego le metieron en un autobús, desde donde, sobre el mediodía, vio a una persona morir. « En el autobús pensaba: ¿dónde están las asociaciones humanitarias? ¿dónde están los periodistas? », se queja al recordarlo.

    El autobús partió sobre las tres o cuatro de la tarde (la incursión ocurrió a las ocho de la mañana) y le llevó hasta Chichaoua, a 900 kilómetros de Nador.

    La llegada a esa ciudad antes de volver a Rabat, adonde viajó gracias al dinero que le dieron mendigando, es el último párrafo de su diario.

    « Nos dejaron en las calles de la ciudad, en el frío, y dormíamos al raso. Algunos tenían los huesos rotos y no podían andar. Otros no podían ni sentarse, pero todavía veía en ellos la esperanza de poder rozar el otro lado ».

    A pesar de lo vivido, Maruán tampoco se plantea volver atrás: « De todas las vías para llegar a España, optaré por la más fácil. Salgo de aquí para buscar la libertad ».

    El Faro de Ceuta, 10 jul 2022

    #Marruecos #España #Melilla #Immigración

  • Cembrero: Detrás de los que saltan la valla no hay mafias

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    En una declaración hecha a la emisión de televisión catalana Més 324, Ignacio Cembrero señaló que « en el comunicado final de la reunión tripartita, entre Marlska, su homólogo marroquí Laftif y la comisaria europea Ylva Johansson no hay siquiera una sola mención a lo que pudo pasar hace dos semanas y lamentar las pérdidas entre los subsaharianos, 23 según el balance oficial, entre 37 y 39 según las ONG’s ». « Una pequeña precisión : Estas imágenes de Grande Marlaska son un poco engañosas. Da un poco la impresión de que Marlaska ha comparecido ante la prensa en Rabat tras la reunión. En realidad, no es así. No ha comparecido ante la prensa. Su colega marroquí tampoco lo ha hecho. No es una manera de dar cuenta de lo tratado. Es una tendencia que tienen en mucho los políticos. Creo que el ministro del interior es uno de los que más la aprovecha », añadió.

    A la pregunta de la existencia de mafias detrás de los sucesos de Melilla, el periodista español dijo: « Yo no niego que haya mafias en Africa, organizaciones criminales que se dedican a la trata de personas. En términos generales, me gustaría subrayar que en Africa, tal y como lo declara Naciones Unidas, el número de estas mafias es muy inferior al que hay, por ejemplo en América Latina. Y detrás de los que saltan la valla en Ceuta o en Melilla no hay ningún tipo de organización criminal, no hay nadie que les empuje, ni hay que pagar para saltar la valla. Es simplemente el anhelo y la voluntad de todos aquellos que están allí, en el Monte Gurugu, de dar el salto a España, a Europa, y empezar una nueva vida algo mejor que la que podían tener en los países donde residían. Repito, detrás de los que saltan la valla no hay mafias ».

    En lo que concierne su problema con el Majzén, Cembrero dijo que está preparando su defensa con el abogado. « Recopilando material y documentación, empezando por el informe de Forbidden Stories del 18 de Julio del 2021 que citaba mi nombre como objetivo del espionaje marroquí con Pegasus u otros elementos aunque yo diría que Pegasus el principal. Estoy dedicado a eso, requiere mucho tiempo y esfuerzos ».

    Recordó que « es la cuarta vez, desde el 2014, que o bien el Gobierno de Marruecos o bien el reino de Marruecos, me llevan a los tribunales. Han intentado la vía penal con una denuncia en la Fiscalía general del Estado y una querella en la Audiencia Nacional por enaltecimiento del terrorismo. Todo eso ha sido, afortunadamente, archivado. Ni siquiera ha habido juicios. Ahora intentan la vía civil. La han intentado ya en Francia de la misma manera que lo que está pasando aquí ».

    « Me acusan de haber difamado al Reino de Marruecos por haber vinculado el programa malicioso Pegasus con el espionaje que practica Marruecos. En Francia, lo intentaron ya en el otoño del año pasado y no ha habido siquiera juicios. Todo ha sido archivado por la justicia francesa. Lo intentaron coàntra varios periodistas y varios medios. Yo tengo el « privilegio » de ser el único en Espana contra el que lo intentan y espero que las decisiones de la justicia espanola sean similares a las de la justicia francesa. Dudo mucho que el Estado de Marruecos pleitear contra mí en los tribunales, pero eso lo veremos en breve cuando la jueza se pronuncie », precisó el antiguo corresponsal de El País en Rabat.

    Cembrero reveló haber « recibido apoyos discretos y algunos explícitos de varios políticos que van desde Bildu hasta Ciudadanos pasando por varios miembros destacados de Podemos ». Dijo echar « un poco de menos al nacionalismo catalán en los apoyos que he recibido y echo del todo de menos al Partido Socialista puesto que nadie del PS se ha puesto en contacto conmigo. Aunque sólo sea para mandarme un abrazo solidario porque yo creo que lo que está intentando hacer el reino de Marruecos es coartarme mi libertad de expresión, un derecho fundamental, con este acoso judicial ».

    Según él, en Abril, la Comisión Europea hizo una recomendación a los Estados para empezar a legislar para impedir este acoso judicial y cree que redactará una directiva que se aplicará en el conjuntos de los Estados miembros de la UE. « Está en proceso de redacción de esa directiva. Lo han hecho empresas con medios de comunicación que han sacado informaciones en varias ocasiones delicadas, comprometedoras. Hay multinacionales muy potentes que abusan de los tribunales para intimidar, para acosar, en definitiva para coartar la liberta de espresion y la investigacion de los periodistas ».

    #Marruecos #IgnacioCembrero #Pegasus #Melilla #Immigración

  • La tragedia de Melilla es responsabilidad de la UE

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    La muerte de 23 inmigrantes en el enclave español de Melilla debería poner de manifiesto los fallos de la política de control de inmigrantes de la UE.

    Numerosos medios de comunicación compartieron trágicas imágenes de la represión antimigrante en la zona fronteriza de Melilla, uno de los dos enclaves españoles en el norte de África, donde al menos 23 migrantes subsaharianos murieron el 24 de junio intentando cruzar la valla entre Marruecos y Melilla.

    A pesar de las sangrientas imágenes televisadas de esta tragedia, el suceso en sí no fue una excepción, ni mucho menos. Se informa regularmente de relatos similares en la frontera entre Polonia y Bielorrusia, en las costas del Mediterráneo o en el Canal de la Mancha.

    De hecho, lo ocurrido en Melilla no es más que una recapitulación de una historia que el resto del mundo conoce demasiado bien.

    Hace tiempo, Europa se jactaba de ser un faro de la ilustración. Incluso ocultaba sus designios imperialistas bajo el pretexto de « difundir la civilización ». Hoy en día, sin embargo, no queda mucho de ese barniz.

    Sin embargo, el sueño europeo está muy vivo en las mentes de los emigrantes indigentes, ya que miles se embarcan en peligrosos viajes para sobrevivir a la pobreza extrema. En todo el sur del mundo, donde el colonialismo occidental sólo dejó desesperación y miseria, las gallinas están volviendo a casa para desovar.

    Mientras tanto, Europa, al igual que el imperio romano milenios antes, está ocupada construyendo muros a través de sus fronteras. Uno de los primeros muros que se levantaron hace dos décadas fue el de Ceuta y Melilla, uno de los vestigios del colonialismo español en el norte de África.

    Hoy en día, hay 1.000 km de muros en las fronteras de la Unión Europea. Cada año se construye uno nuevo. No hace falta decir que, a pesar de la construcción de estos muros en Melilla, la afluencia de inmigrantes va en aumento. El uso de muros, la vigilancia tecnológica y la violencia letal de las fuerzas españolas y marroquíes no han resuelto el problema de los migrantes.

    La misma conclusión puede observarse en otras periferias europeas. Este fracaso no se puede esconder bajo la alfombra, ni siquiera cuando la UE gusta de recurrir a tácticas de gestión de la percepción, como hizo en su tratamiento muy selectivo de los refugiados ucranianos.

    La política de la migración

    Del episodio de Melilla se pueden extraer dos lecciones. En primer lugar, los inmigrantes y la migración se encuentran entre las cuestiones más importantes de la política internacional. Teniendo en cuenta la inestabilidad política en diferentes lugares, la desigualdad global y la crisis climática, no es difícil prever que la afluencia de migrantes seguirá aumentando. A medida que este problema crece, tiene mayor incidencia en las relaciones internacionales. Los vaivenes de las relaciones España-Marruecos y la tragedia humana ocurrida en Melilla muestran claramente esta correlación.

    En mayo de 2021, más de 8.000 migrantes cruzaron a Ceuta y Melilla en cuestión de días. Unos meses antes, las tensiones entre España y Marruecos estaban a punto de alcanzar su punto álgido. La capacidad de miles de migrantes para cruzar el lado español de la frontera en muy poco tiempo se asoció a la negligencia intencionada de las fuerzas marroquíes en la frontera. La parte española también acusó a Marruecos de chantajear a los migrantes para que cruzaran la frontera.

    Un episodio similar se produjo en la frontera entre Bielorrusia y Polonia en 2021, cuando los migrantes se reunieron y fueron acusados por la policía fronteriza, que llevó a cabo retenciones ilegales contrarias al derecho internacional y al propio código de derechos humanos de la UE. Entonces, los países de la UE acusaron al presidente bielorruso Lukashenko de chantaje. Por otro lado, Lukashenko no dudó en insinuar que la causa de la crisis eran las políticas de los Estados de la UE.

    El enfoque de mano dura de la policía fronteriza marroquí contrastó con la actitud indiferente que mostró hace un año. En aquel momento, el flujo de inmigrantes provocó una crisis política en España. Tras este incidente en Melilla y Ceuta, España cambió su política de neutralidad en la cuestión del Sáhara Occidental a favor de Marruecos.

    Por lo tanto, el celo demostrado por las fuerzas marroquíes fue puramente transaccional. Ahora tienen más razones para vigilar las fronteras con firmeza. Este capítulo, y muchos otros, muestran que el papel de los inmigrantes en las relaciones internacionales aumentará en los próximos años. Lamentablemente, esto significa que también habrá más violencia contra los migrantes.

    La política de externalización de la UE

    El segundo aspecto es que la tragedia de Melilla se hace eco del fracaso de la labor de la UE de « externalizar » su política de control de los migrantes a actores externos para mantener sus manos limpias.

    Esta estrategia se reflejó en la brutalidad de la policía marroquí en Melilla, no en la española, mientras que no involucró directamente al gobierno español. Del mismo modo, los guardacostas libios, financiados por la UE, cazan a los migrantes en el Mediterráneo.

    Mientras tanto, la violencia perpetrada por países fronterizos como Grecia, Hungría y Polonia se encubre como errores individuales a nivel local. En cierto modo, la UE también externaliza el problema a sus países fronterizos, aunque el coste humano sea terrible.

    Una investigación conjunta de influyentes medios de comunicación como Le Monde y The Guardian reveló el alcance de los abusos. Según el informe, Grecia esclaviza a algunos inmigrantes ilegales y los utiliza a la fuerza para atrapar a otros inmigrantes, y los devuelve tras someterlos a abusos y torturas.

    Los métodos seguidos por la UE y sus Estados miembros son sencillamente abyectos y ponen de manifiesto la hipocresía de Bruselas. Resulta irónico comparar el enfoque de la UE en este contexto con sus principios declarados de integridad, Estado de Derecho y garantías procesales.

    En general, este problema se ha institucionalizado de diferentes maneras a lo largo de los años. Los países occidentales ven el problema de los inmigrantes a través del prisma de la violencia y la represión. En la situación actual, las organizaciones no gubernamentales y de derechos humanos están casi ausentes del discurso occidental sobre los migrantes.

    Dado que la discriminación y la violencia contra los migrantes aumentan cada día, todas las organizaciones de derechos humanos, los líderes de opinión y las personas amantes de la libertad de todo el mundo deben utilizar su influencia y su poder para oponerse al trato inhumano que la UE da a los migrantes.

    AUTOR
    Omer Sevim
    Omer Sevim es investigador adjunto en el Centro de Investigación de TRT World. Tras licenciarse en el Departamento de Sociología de la Universidad de Boğaziçi, realizó un máster en Teoría Crítica y Estudios Culturales en la Universidad de Nottingham. Sus áreas de interés son el análisis del discurso mediático, el neoliberalismo, la inmigración y los estudios europeos.

    TRT World, 07 jul 2022

    #España #Marruecos #Melilla #Immigración #Immigrantes_africanos #Union_Europea #UE

  • ¿Cómo puede Sanchez alabar la acción de Marruecos en Melilla?

    España, Melilla, Marruecos, immigración, Sahara Occidental, Unión Europea,

    Hoy volvemos a vivir un episodio dantesco.

    El temor de Europa a la emigración…hace que se doblen antes las pretensiones marroquíes.

    Marruecos es el país elegido por Europa para controlar y reprimir a los emigrantes que desean salir de los horrores de sus países y de la miseria…son personas que como tú y yo harán lo necesario para que su familia no muera en la pobreza…recorren miles de kilómetros hasta llegar a su destino… al infierno de la esclavitud oculta realizando trabajos mal pagados ..hasta conseguir 3000 euros…para pagar a las mafias un puesto en una patera.

    Y aquellos que no lo pueden conseguir se lanzan a la desesperada …sobres la vallas de ciudades como Ceuta y Melilla.

    En Marruecos existen ghetos controlados por el régimen Marroquí …que usan para sus fines…
    Lamentable.

    Pero más lamentable es ver cómo Europa lo acepta y lo aplaude.

    Hoy el presidente de España ha alabado el buen trabajo realizado por marruecos en el asalto a Melilla por los emigrantes.


    Ni una palabra…sobre los 18 muertos y casi 200 heridos que hubo en la zona marroquí.

    Y yo me pregunto: ¿Cómo un gobierno democrático y europeo pueda alabar tal actuación?

    Es impactante ver esas imágenes….y más impactante ver como el mundo calla….

    Basta ya de silencios
    Basta ya de hipocresías
    Vivimos en un mundo donde los intereses son más importantes que los derechos humanos…

    Y consentimos una y otra vez con nuestro mutismo que el débil pague con sus vidas y miserias la cobardía que nos imponen regímenes sin conciencia y dónde la fuerza es su única forma de razonar

    Es este el mundo que queremos…es esta la herencia a nuestros hijos y nietos que le dejamos….
    Tuvimos la oportunidad de crear un mundo mejor desde la segunda guerra mundial….y mientras las víctimas vivieron de tal salvajada….sentaron las bases para que nunca más volviera suceder

    Nos falta memoria histórica…estamos cayendo en los mismo errores que nos hicieron llegar a una guerra mundial ..en los años 40.

    No podemos seguir consintiendo que el mundo se vuelva incendiar.

    Debemos levantar las voces y corregir y castigar regímenes como el marroquí…
    Si no lo hacemos… seremos cómplices de sus muertes de sus abusos y el intento de exterminio del Pueblo Saharaui que lleva 49 años en lucha.

    Una lucha que se basa en la legalidad internacional….

    Basta ya de cerrar los ojos y consentir …

    Justo Casenave Sosa

    #Marruecos #SaharaOccidental #Melilla #España #Migración

  • Marruecos es el país de origen de la mayor población extranjera en Euskadi

    Marruecos es el país de origen de la mayor población extranjera en Euskadi, con un 11,2% del total.

    Así lo recoge el avance provisional del Padrón Oficial elaborado por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Después de Marruecos, los siguientes países de origen son Colombia y Rumanía, en ese orden.

    Según los datos aportados por e INE, la población de origen extranjero empadronada en el País Vasco a 1 de enero de 2019 ascendía a 221.418 personas, aumentando en 14.888 personas durante el año 2018. Esto supone un 10% sobre el total de las personas residentes en Euskadi (el año anterior fue de 9,4%).

    Por territorios históricos, es Araba la que cuenta con el mayor porcentaje de población de origen extranjero, con un 12%, seguido de Gipuzkoa con un 10,1%. Bizkaia, con un 9,4%, es el territorio con menos población extranjera.

    Eso sí, el porcentaje de población de origen extranjero sobre la población total ha aumentado de igual manera en los tres territorios, aumentando seis décimas en el último año.

    Euskalnews, 25 sept 2019

    Tags : España, Marruecos, Euskadi, immigración, extranjeros,